Graciela Fernández Meijide: Sinónimo de Derechos Humanos

Graciela Fernández Meijide ya casi no sale de su casa. Pero tiene un sistema para recibir visitas. Desde el balcón, deja caer una bolsita atada a una soga con la llave adentro. El visitante la agarra, abre, entra y sube solo. Cuando se va, la secuencia se repite: baja con la llave, sale, y desde arriba Graciela vuelve a arrojar la bolsita vacía para que se la devuelvan. Es un método práctico, directo y sin vueltas. Como ella.

Desde hace décadas, su nombre es sinónimo de derechos humanos. No porque lo haya elegido, sino porque la dictadura la obligó. En 1976, su hijo Pablo, de 17 años, fue secuestrado y desaparecido. Hasta ese momento, su vida era otra: profesora de francés, madre, militante política. Después de eso, todo cambió. Se metió en la APDH, investigó, denunció y se convirtió en una de las caras visibles de la CONADEP, la comisión que documentó los crímenes de la dictadura y dejó como legado el Nunca Más.

Con la democracia, pasó de la militancia a la política. En 1994 fue convencional constituyente y, dos años después, presidió la Convención Constituyente porteña, que redactó la primera Constitución de la Ciudad. En 1999, intentó ser gobernadora de Buenos Aires, pero perdió contra Carlos Ruckauf.

No volvió a ocupar cargos, pero nunca dejó de hablar. Fue una voz incómoda para todos: para el kirchnerismo, por usar los derechos humanos como bandera partidaria; para la oposición, por negarse a la épica de la grieta. Publicó libros, opinó sin concesiones y siguió fiel a su estilo: sin dramatismo, sin golpes bajos, sin vender humo.

Desde su departamento, a los 93 años, sigue firme. Con su soga y su bolsita, con reglas claras. Es una costumbre, una anécdota y, en el fondo, un símbolo de su vida.

Episodio 6: Graciela Fernández Meijide - Convencional Constituyente Frente Grande - Capital Federal